La organización social y política en la antigua Mesopotamia se caracterizaba por una estructura jerárquica bien definida. En la cima se encontraba la élite, compuesta por gobernantes, sacerdotes y altos funcionarios, quienes detentaban el poder político y religioso. Justo debajo se hallaba la clase media, conformada por artesanos, comerciantes y propietarios de tierras. En la base se ubicaba la clase baja, compuesta principalmente por campesinos y esclavos. Esta sociedad estaba influenciada por una división de roles de género, donde los hombres participaban mayormente en asuntos políticos y económicos, mientras que las mujeres tenían roles más centrados en el hogar y la crianza de los hijos. La autoridad política era centralizada y se basaba en sistemas de realeza y monarquía, donde el rey o líder gobernante era considerado un intermediario entre los dioses y el pueblo, asegurando la estabilidad y el orden social.